Es delicioso observar el momento del descubrimiento gráfico de un niño. Se queda mirando fijamente la raya, intrigado por la inesperada recompensa visual que le ha proporcionado su acción:
Los primeros dibujos y garabatos de los niños son gestos más que dibujos en el verdadero sentido de la palabra. Es una gestualidad libre, el placer del movimiento, la felicidad del desahogo y una descarga energética que se realiza en silencio y con una completa concentración. De esta forma, el niño efectúa un intercambio con el mundo en el que se transmite un mensaje y éste es devuelto en forma de trazo confirmando su propia existencia.
La evolución normal del dibujo será hacia un control partiendo del descontrol del principio, de la no intención a la intención de dibujar algo en concreto. De su combinación nacerán las imágenes y también los signos lingüísticos. Con un pincel o un lápiz en la mano un niño aprende a dibujar lo que redundará en afirmar lo que aprende y su personalidad.
Un garabato es un universo sin desplegar, como una madeja, lenguaje enroscado, enrollado sobre sí mismo, sin separación. Todos los sentidos se encuentran ahí, en gestación. Es un inicio. El garabato es una pura expresión realizado mientras el niño mira a otro lado por el simple placer de deslizar la mano y obtener algo a cambio.
El garabato es ya, en sí mismo, representación en el sentido de incorporación, de traer el mundo al cuerpo, de hacer en/con el cuerpo, un mundo, de hacer del mundo un cuerpo.
Al igual que en el juego el gesto (y no la semejanza) determina la elección de un objeto, también en el garabato prevalece el gesto indicador que el lápiz simplemente fija. Y es esta cualidad de fijar el gesto en el garabato, la que va a convertirlo en trazo intencional, voluntario y finalmente en dibujo o escritura convencionales, en lenguaje cuyo desarrollo acompaña y hace posible la propia evolución intelectual.
En algún momento entre los tres y los cuatro años, quizás impulsados por los adultos, quizá no, los niños empiezan a poner título a sus garabatos. Primero lo hacen sólo al terminar su trabajo, pero pronto deciden el tema antes de empezar.
En la maraña del garabato van apareciendo círculos, cuadrados, gotas, triángulos… De los primeros círculos marcados surge la primera figura, el monigote que partiendo de la cabeza, recuerda el rostro humano.
Cada vez más el lenguaje acompaña el movimiento de las manos, aunque sea lenguaje egocéntrico, soliloquio. Se abandona el simple trazo para acogerse al de la imagen con la intención de evocar. El niño pasa, como por arte de magia, de la gestualidad a la representación.
¿Cómo se pasa de la necesidad de expresión a la de simbolizar o representar el mundo exterior?, ¿cómo se pasa del simple gesto motor a la representación?, ¿de lo insignificante al signo?, ¿del garabato silencioso al garabato con nombre?
La tendencia de los niños a hacer figuras es tan fuerte y profunda que parece innata y más adelante: todos los niños y niñas siguen la misma evolución gráfica en su descubrimiento de un modo de simbolización; este proceso es universal.
Quizá debe relacionarse madurez y dibujo figurativo. El hecho de que un niño trace garabatos mientras piensa en su muñeca o en su balón sólo indica que todavía no está maduro para vincular su pensamiento y traspasarlos a sus dibujos.
En el arte infantil, las líneas se utilizan exclusivamente para realizar estructuras autodidactas, no aprendidas de los adultos y basadas en el equilibrio y la proporción. El garabato y los primeros dibujos infantiles pueden considerarse escritura, ya que, al igual que los gestos, constituyen en sí mismos una forma de lenguaje. El análisis de los dibujos de los niños muestra claramente que desde el punto de vista psicológico, deberíamos considerar tales dibujos como una especie de lenguaje infantil.
En un momento determinado, que se sitúa también entre los tres y los cuatro años, el trazo del garabato se bifurca, se separa en dos mitades bien diferenciadas. El dibujo y la escritura.
Los niños, probablemente imitando a los adultos, empiezan a distinguir el dibujo de la escritura a través del gesto, más amplio para el dibujo y apretado para la escritura.
La comprensión del garabato como algo más que un simple entrenamiento motor para el dibujo y la escritura adulta abre una perspectiva más amplia sobre su realidad y plantea algunas cuestiones esenciales: ¿Es comunicación o expresión?, ¿pensamiento reflexivo o intercambio social? ¿Cuál es el papel del gesto, del trazo, en el desarrollo del lenguaje y del pensamiento, así como la capacidad de simbolización y del conocimiento?
Un experimento curioso fue el que se realizó con un grupo de niños que no sabían leer ni escribir en sentido convencional. Se les dio lápiz y papel y a través de los garabatos y marcas que hicieron pudieron recordar y distinguir lo que se les había dictado anteriormente de forma oral. Curioso ¿no?
