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Los aditivos en nuestra alimentación

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ConservantesLos aditivos alimentarios son aquellas sustancias, naturales o sintéticas, que se añaden a nuestros alimentos para mejorar alguna de sus propiedades físicas, como el color, el sabor, la textura o la resistencia a la acción de microorganismos. No están dirigidos a aportar valor nutritivo al alimento y podemos encontrarlos en un sinfín de productos que consumimos habitualmente, como mantequillas, pescados, carnes, alimentos preparados, embutidos, frutas y un largo etcétera. Algunos de estos “invasores culinarios” vienen utilizándose desde la antigüedad, y es que colorantes naturales como el azafrán ya eran empleados por los sumerios unos 5000 años a.C. Actualmente los aditivos alimentarios se dividen en 5 grupos principales: colorantes, conservantes, antioxidantes, edulcorantes y agentes de textura. En el marco de la Unión Europea se designan mediante el código E seguido de un número de 3 ó 4 cifras. Dicho código garantiza que el aditivo ha sido autorizado y sometido a los controles de calidad correspondientes… No obstante, el uso de determinados aditivos autorizados ha sido (y sigue siendo) objeto de debate, y son muchas las voces que advierten sobre la posible toxicidad de algunos de ellos. Por otro lado,  el hecho de que los países no se pongan de acuerdo a la hora de determinar si un aditivo es o no nocivo para la (hay aditivos que se consumen en Europa, por ejemplo, y que están estrictamente prohibidos en países como EE.UU., y viceversa) no ayuda a zanjar la polémica…

Principales tipos de aditivos alimentarios:

aditivos alimentarios· Colorantes: potencian el color de los alimentos. Pueden ser naturales, como el caramelo o la curcumina, extraída de la planta de la cúrcuma y utilizada ampliamente en la gastronomía hindú, y artificiales, es decir, sintetizados químicamente, como la tartracina (E-102), presente en helados, refrescos y caramelos de color amarillo, que ha sido prohibida en algunos países como Noruega.

· Conservantes: su uso responde a la necesidad de evitar que el alimento se deteriore por la presencia de microorganismos, como bacterias, levaduras y mohos. Especialmente eficaces contra estos dos últimos son los sorbatos, como el ácido sórbico (E-200) o el sorbato sódico (E 201), utilizados en quesos, mantequillas, margarinas, mermeladas y refrescos, entre otros productos.

· Antioxidantes: impiden o frenan la oxidación de las grasas de los alimentos, que es una de las causas principales de su deterioro. La oxidación de las grasas normalmente viene acompañada de alteraciones apreciables en el olor, el sabor o la textura del alimento. Un ejemplo de antioxidante no exento de polémica es el BHA (E 320) cuyo consumo en dosis altas está asociado a la aparición de lesiones y células anómalas en el aparato digestivo de roedores y monos, aunque no se ha demostrado que provoquen los mismos efectos para la salud de los seres humanos. Este antioxidante está prohibido en países como Japón, y autorizado en otros como EE.UU. o la Unión Europea.

· Edulcorantes: son sustancias que se utilizan para endulzar los alimentos. Un ejemplo muy conocido por todos es la sacarina, aditivo que, como el anterior, ha sido prohibido en algunos países como Francia o Canadá.

· Agentes de textura: estabilizan las características físicas y químicas de los alimentos, funcionando como emulgentes, estabilizadores o espesantes. Entre ellos encontramos algunos derivados del almidón, como el E 1200 o el E 1410.

La importancia de una dieta saludable

Todos sabemos la importancia que tiene la alimentación para nuestra salud física y mental, por ello es recomendable informarse adecuadamente sobre el contenido de los productos que consumimos y las cantidades diarias recomendadas. Les animo a hacer una prueba. Abran la nevera y echen un vistazo a los ingredientes que componen sus menús de cada día. Yo lo he hecho y he obtenido unos resultados que no me esperaba. Entre otras cosas, he descubierto que los nuggets de pollo (que no son más que “trozos” de pollo no traducidos) de una marca que suelo comprar habitualmente, sólo tienen un 42% de pollo (y no ha sido complicado, no crean, lo advertían en el propio envase). “¿Y qué pasa con el 58% restante?”, me he preguntado. La respuesta: harinas, aceites, aditivos, aromas y otras sustancias que juraría no haber comprado…

Por Virginia Polo Imágenes: Eber&Mars Paulo Mauricio

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