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Una vez al año, en los meses más calurosos, aparece algo tan merecido y esperado como las vacaciones; un tiempo libre pero que, además, viene a trastocar toda la rutina asimilada ya a lo largo de los meses de invierno como estudios, trabajo, labores domésticas, familia, amigos, etc. Todo ello, puede volverse en negativo si han existido ya durante la pasada época roces o malos entendidos que no se hayan sabido o podido aclarar lo suficiente y que, como por arte de magia, rebrotan en las largas horas de ocio, para complicar la convivencia. Toda nueva situación requiere otras normas y ajustes que, de no hacerse con el debido consenso, harán que afloren inevitablemente discusiones y discrepancias. Debe tenerse pues muy presente que las vacaciones son para todos y cada uno de los miembros de la pareja y/o familia.
Las parejas sin hijos quizá pueda parecer que lo tienen todo resuelto, si bien, en la realidad, no es así ya que pueden existir presiones familiares ajenas a la pareja que ayuden a complicar las cosas o, simplemente, que al pasar más tiempo juntos salgan a la luz aquellos comportamientos que desagradan a uno y otro y que facilitarán que salte la chista del enfado en cualquier momento. Es importante pues, al igual que con los hijos, saber negociar y distribuir las tareas con anterioridad para evitar “sorpresas”.
En el caso de una pareja con hijos deben considerarse las necesidades de los niños ya que pasan la mayor parte del día en casa y su distracción será beneficiosa para la armonía doméstica evitando el agobio que representa para los padres y las repercusiones negativas entre ellos.
He aquí algunos consejos a tener en cuenta ya sea para parejas con hijos o sin ellos:
Dedicación a la vida de pareja: También puede resultar altamente beneficioso y para aquellas parejas con niños, reservar aunque sea un día a la semana o unas horas a realizar solos actividades que les resulten placenteras a ambos sin tener que preocuparse por el cuidado de los hijos. Los niños pueden inscribirse en alguna actividad adecuada para ellos y aprovechar ese tiempo para dar un paseo, asistir a algún espectáculo que os interese a ambos, etc.
Eso refuerza en gran medida la apuesta que se hizo en un principio y ayuda a recordar lo que impulsó a tomar la decisión de formar una familia juntos. Afrontar con calma los sucesos que se han ido sucediendo durante el tiempo, sin resolver, teniendo en cuenta la opinión y el respeto mutuo ayudará a deshacer posibles malos entendidos, negociar soluciones y afirmar proyectos futuros.
Distribución de tareas domésticas: Esto requerirá una mayor negociación y ser lo más justo y equilibrado posible, teniendo en cuenta las que puedan agradar más o menos a uno o a otro, para que no resulten pesadas para ninguno de los miembros de la familia.
Organización: Es necesario distribuir de antemano los horarios de iniciar las tareas diarias, comer, tiempo dedicado a excursiones o diversiones al aire libre, amigos, hora de retirarse, etc.
Problemas originados por terceros: En ocasiones las discrepancias pueden originarse por familiares o amigos del entorno de cada uno de los miembros de la pareja. Por supuesto, una vez llegado a las posibles soluciones, éstas se deberán seguir de forma escrupulosa por ambas partes evitando siempre que los acuerdos lleguen a herir a ambas partes, cosa que puede hacerse con facilidad por tratarse de temas delicados para la normal convivencia.
Respeto por el espacio personal: Es imprescindible que la pareja disfrute de un tiempo personal y exclusivo en el que descansar o llevar a cabo aficiones, gustos o, simplemente, para realizar aquellos estudios o tareas que se habían dejado aparcados durante los meses laborales esperando tener el tiempo suficiente. Ello ayudará a liberar tensiones y mal humor debido al agobio que origina la dedicación constante a los demás.
Al regresar a la “vida normal”, puede experimentarse el síndrome post-vacacional que acarrea las consecuentes decisiones inadecuadas. Este síndrome, en caso de que aparezca, viene acompañado de angustia y estrés debido a la vuelta a la rutina, lo que puede, a su vez, hacer que las discusiones se incrementen y que la comunicación desaparezca.
